Hecha la ley, hecha la…

Hecha la ley, hecha la…

Alejandro Noguerol

jueves 16 de octubre de 2014, 19:11h

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El deporte no es lugar para tramposos, sablistas o timadores. Estamos de acuerdo en eso y en que se deben perseguir y condenar a esos falsos protagonistas. Algo tan lógico que se vuelve absurdo en tanto que, desde las propias instituciones, se les arenga y da el pistoletazo de salida.

Hecha la ley, hecha la…

Una bala con cierto aire a golpe de gracia: un uso abusivo e ilícito de la ley. Como en otras muchas áreas objeto de malversación, siempre el dinero aparece como denominador común. En el deporte, y especialmente en ese que mueve masas y derechos de retransmisión, el fútbol; no abundan los buenos gestores. Fichajes a comisión, derechos de imagen sobredimensionados, pago de cláusulas y fichas multimillonarias (sí, seguimos hablando en euros) y toda clase de porcentajes que han ido enriqueciendo a unos pocos a costa de empobrecer al resto: a las aficiones, seguidores e incluso jugadores profesionales que han visto como la gallina de los huevos de oro se ha pasado al latón.

Y sin dejar la línea de cosas a medio hacer, la alternativa al problema no podía llegar a más allá de un remiendo. La vulgarizada Ley Concursal permite a cualquier sociedad jurídica (empresa) acogerse a un concurso de acreedores cuando no pueda hacer frente a sus deudas. Una operación supervisada por el Poder Judicial que sencillamente lo que hace situar a la empresa en cuestión en un impás, haciéndola partir de cero y disponiendo su nueva gestión para que no se cometan más despilfarros y para que aquellos a quienes se les debía dinero vayan cobrando según un orden de importancia (también) a medio hacer. ¿Pero desde cuándo los clubes son empresas? Aunque los forofos y sus críticas digan lo contrario, precisamente excepto Real Madrid, Barcelona y Athletic; en España los clubes son todos Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), o lo que es lo mismo, empresas sujetas a poder declararse en concurso.

Y es justo aquí donde aquel golpe de gracia arenga a la trampa y al abuso. En su amalgama de artículos por adobe, el reglamento de la RFEF amenaza con el descenso a 2ª División B e, incluso, a Tercera; a aquellos clubes que no paguen a sus acreedores y a los que, especialmente, tengan deudas a 31 de julio con su plantilla. Conocido el castigo, se agudiza el ingenio y, como quien prohíbe a un crío no jugar con los enchufes y le está dando una idea, el preámbulo de la propia Ley Concursal cita abiertamente su intención de “evitar así el uso indeseado de los concursos de acreedores para quienes busquen evitar el descenso de categoría”. Mi más sincero y merecido olé. En el momento que un club se declara en concurso, las disposiciones del reglamento de la Federación se invalidan al estar las cuentas del club en una situación de excepcionalidad y, por lo tanto, con un calendario de pagos especial marcado por un juez mercantil. ¿A dónde se quiere llegar con esto? A que tanta “excepcionalidad” permite seguir jugando (y lucrándose) en las máximas categorías si se paga al día: o lo que es lo mismo, si se cumplen con los pagos una vez se entra en concurso sin importar que los sueldos de cuatro años atrás aún no se hayan abonado.

Una ley que rompe ya no solo con la lógica, sino que se burla hasta del tiempo. Y todo ello originado por una terna de unos pocos, vagamente preparados, que encabezan Federación y Administraciones. Además de permitir, ante su nórdica mirada, cómo los clubes y sus dirigentes llevan al deporte rey hacia el abismo y su particular crisis económica; se cubren las espaldas “muy noblemente”, sabedores de que los primeros tienen demasiadas deudas por pagar y que los segundos buscan mucho dinero para gastar: así, como los clubes tienen más del 50% de su deuda con Hacienda y la Seguridad Social, no tienen por qué convocar una reunión de acreedores para ver cómo establecen juntos el calendario de pagos. Club y Administración acuerdan lo más provechoso para ellos sin contar con nadie más, algo que beneficia enormemente al club y va en contra del resto de acreedores y, por qué no, de los ciudadanos en general.

¿Cómo no van a acogerse a esta Ley los clubes? Lo raro es que no haya más de los que ya hay. A fin de cuentas, el club sigue en funcionamiento y, cuando termina el concurso, tiene ya un 50% menos de deuda, está la máxima categoría y sin un plan de pagos para los acreedores antiguos. Paradójicamente, es aquí donde las escandalosas huelgas de los futbolistas cobran sentido como primera ficha de un dominó que tumbe a una trampa para la que no hay hueco en el deporte. España, país de tradiciones, picaresca y dichos. Hecha la ley, hecha la trampa.

Hecha la ley, hecha la…
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