El partido comenzó mal para los de Simeone. A los 7 minutos, Koke, tuvo que abandonar el terreno de juego por una lesión muscular, y Godín manaba sangre por la nariz, dejando a los espectadores la incógnita de un tabique roto. A priori, no parecía un comienzo muy esperanzador.
Pero pronto pasó. El Atlético ha demostrado una vez más, que cuanto peor, mejor. Para ellos no hay nada mejor que un partido duro, áspero y amenazante sobre el terreno de juego, y mucho más motivante si es ante su eterno rival, el líder del campeonato.
El Madrid, por su parte, sigue sin entender nada. Todavía llega a los duelos con el Atléti como si fuera un partido más, sin táctica y sin la motivación necesaria para poder ganar el derbi.
La consecuencia es que el Madrid salta al campo en inferioridad de condiciones psicológicas. A diferencia de su rival, que se presenta en el terreno de juego extramotivado y defendiendo la dignidad de una afición, que una vez más estuvo entregada de principio a fin a su equipo.
Uno de los grandes aciertos de Simeone, ha sido plantear cada derbi como un combate cara a cara, uno tiene más golpe, pero el otro golpea mejor.
El partido, después de lo de Koke y Godín, pronto se le puso de cara a los rojiblancos. Mandzukic bajó con el pecho una pelota y se la entregó a Tiago, que chuto con todo su cuerpo. Casillas hizo el resto. Al capitán del Madrid, se le dobló el brazo y la pelota pasó entre su cuerpo, acabando en el fondo de la red.
Pero para Casillas, el pero castigo estaba por venir. El estadio mofándose de su fatal error, empezó a corear: “¡Iker, Iker, Iker!”, confirmando que la guasa tiene un efecto más devastador que el propio insulto.
Saúl marcó, ante su afición el gol que sueñan todos los niños, una chilena mortal y balón al palo, antes de acabar en la red.
El Madrid estaba groggy. En pocas ocasiones se le ha visto tan confundido y descolocado. Hasta el minuto 31 de partido, no fueron capaces de llegar ni una sola vez a la portería de Moya. Avivado por Kroos, el equipo se fue apoderando del juego hasta inclinarlo a su favor. No dispuso de grandes oportunidades, pero llegó al descanso con mayor satisfacción.
La primera mitad finalizó sin la aparición de Cristiano, que ha tenido una mala entrada en la treintena. Bale tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. Como Benzemá, que también se marchó sin lucir lo más mínimo.
Hay que recordar que el Madrid ha demostrado su mejor juego con una 4-4-2, y la 4-3-3 con la que Ancelotti quiso afrontar el partido, puede ser una opción valida contra equipos de menor intensidad, pero un suicidio antes adversarios como el Atlético que concentra sus efectivos en el centro del campo y hace que el trío atacante de la BBC desaparezca.
Jesé entró por Khedira con la misión de reactivar al Madrid y el efecto se hizo notar durante algunos minutos. En la reanudación, el Atlético se vio agobiado por un alud de atacantes blancos, aunque no tardó en sentenciar el partido en un contragolpe.
Griezmann no perdonó. Arda buscó a Saúl en el segundo palo y el canterano se la puso al francés, que en el otro poste burló a Varane y consiguió el tercero.
Los cambios de Ancelotti sonaron a rendición: Illarramendi y Chicharito sustituyeron a Isco y Benzemá, que se fueron al banquillo para reservarlos.
El Atlético, jaleado por su estadio, recibió la incorporación de Torres al campo. El de Fuenlabrada, buscó el cuarto, incansable y finalmente, lo marcó Mandzukic. A pase de Torres eso sí.
Punto y final del partido y de una tarde perfecta para los rojiblancos, que una vez más han demostrado que después de quince años de lágrimas y derrotas ente su eterno rival, ahora son ellos los que mandan en la capital.
Si (
No(
