La selección de Irán se presentó como la víctima propiciatoria de un equipo español muy superior física, técnica y tácticamente. Y aunque sin posibilidad de comparación en ningún aspecto, Irán salió dispuesta a dar la cara y a mostrar que no es el campeón de Asia por casualidad, sino por méritos propios
España demostró tener respeto con Irán, jugando de tú a tú, sin reservarse en ataque o defensa, ni siendo condescendiente. Deportividad y respeto en su máxima acepción.